miércoles, 30 de julio de 2008

Las Vacas Flacas.

Era su enésimo momento en blanco en sepa Dios ya cuanto tiempo. Pese a ser acérrimo defensor de lo práctico, en esta ocasión le hubiera gustado tener una vieja Olivetti en lugar del portátil encendido sobre la mesa. O mejor aún, emborronar de tinta un montón de papeles para después arrugarlos y encestarlos en una papelera a rebosar. Y llamarse Segismundo que era un nombre como muy de tragedia lírica, y no Antonio Sánchez, que, lo mires por donde lo mires, no acompañaba para nada a la desgracia de la desinspiración. Un hombre vulgar delante de un ordenador vulgar. Y aún así, incapaz de escribir siquiera una receta de cocina. En otros tiempos, con cuatro palabritas apresuradamente hilvanadas regalaba oídos y sacaba a cambio bocas. En otros tiempos. Ahora, aquella sonrosada chiquilla que borracha de sus versos le regalaba vergüenzas, ya no tan chiquilla, le voceaba desde la cocina; ¡Antonio, deja ya de perder el tiempo y baja de una vez a cenar!

sábado, 26 de julio de 2008

El Chimo.

Si quieren que les diga la verdad, no me gusta El Chimo porque siempre está hablando de cosas del alma y esas gaitas. Simplemente no me fío de nadie que no deje ver su lado frívolo. A ver, que no me importa que la gente diga mariconadas y todo eso. Fede, por ejemplo, es todo un sentimental. Puede que el tipo más sensible que haya conocido en la vida. Les juro que le he visto llorar más veces que a mi hermana pequeña. Pero si tiene que decir qué buena está esta tía, qué polvazo le echaba, lo dice y punto. Y no se anda con chiquitas. Es un buen tío. Pero El Chimo…con él nunca se sabe lo que hay debajo de tanta falsa – me juego las criadillas a que es falsa – humanidad. Porque yo estoy seguro que en el fondo es tan hijoputa como cualquiera. Quizá no tanto como Sacha, que ese sí es un cabronazo que a la menor de cambio te la hace. Pero al menos él es un hijoputa que va de frente. Por eso cuando estábamos en el bar y El Chimo empezó otra vez a sermonearnos y a contarnos nosequé monserga de la bondad innata de la humanidad, le dije, que te jodan, Chimo. Y cuando todos me miraron atónitos le repetí – reconozco que sonó un poco infantil – que te jodan, que te jodan, que te jodan. Y con los mismos modos solté un par de euros sobre la mesa para pagar la cerveza que tenía a medias y me fui como muy ofendido. Supongo que ahora todo el mundo piensa que debería disculparme. Pero no pienso hacerlo. ¡Bah! Que le jodan.

viernes, 25 de julio de 2008

Espabilar.

Pese a kilómetros rodados, imprecisas mudanzas y desahucio de ayeres, aquí estoy. Y aquí, digo yo, debe ser algún sitio.