miércoles, 27 de enero de 2010

Acerca de las segundas oportunidades.

Quince años y la cara hecha un cristo. Acné. Más tarde me puse más guapo, pero ahora soy un púber destartalado y feo. Llevo esa camiseta de Led Zeppelín que sudó toda mi adolescencia. Todavía no ha perdido el color del uso, así que probablemente aún ni siquiera he empezado a escuchar a Led Zeppelín. Yo – el yo de ahora, si acaso ahora es el ahora en que yo vivo – visto ojeras, canas y una calvicie incipiente. Soy tan feo y destartalado como él, aunque hace ya fui un tipo guapo. No creo que sepa quien soy. Para él debo ser tan sólo un viejo hortera. Incluso para mí soy un viejo hortera.
Esto es extraño; yo con quince, yo con cuarenta y siete. Uno frente a otro. Debe éste ser uno de esos extrañísimos accidentes en los que, rota la dimensión temporal, me encuentro de bruces con la oportunidad de evitarme el ser el desgraciado que soy diciéndome algo trascendente que cambie el rumbo de lo que fue mi vida hasta ahora. Hay que joderse. Saco un cigarrillo y lo enciendo. Me mira sin ninguna curiosidad. Definitivamente no sabe quien soy. Debería empezar a darle la charla. ¿Me das un piti?, me pregunta. Podría arrancarme por decirle que no empiece a fumar. Y luego podría decirle que no se le ocurra acercarse a Ella. Me mira interrogante. Saco de nuevo el paquete del bolsillo, le doy un golpecito en el reverso y dejo que sea él mismo quien coja el cigarro que sobresale. Total, para el caso que me va a hacer.